miércoles, 6 de noviembre de 2013

La voluntad de poder en Nietzsche: Consideraciones a partir del pensamiento de Martin Heidegger

Antes de profundizar en lo que nos interesa: el concepto de Voluntad de Poder en Nietzsche, es preciso comenzar entendiendo lo que él entiende por Valor. Es imposible hacer el abordaje de la idea de nuestro pensador sin tener en cuenta otras ideas suyas, pues todas tienen relación compleja y no se las puede abordar por separado. Así, valor se entiende como: el punto de vista del “valor” es el punto de vista de las condiciones de conservación y aumento  por lo que se refiere a formaciones complejas de duración relativa de la vida dentro del devenir (Voluntad de Poder. Aforismo 175). Ahora bien, como dimos a entender con el sugestivo título de este ensayo, seguimos especialmente el estudio que hace Martín Heidegger[1] acerca de la voluntad de poder en Nietzsche.
Habiendo hecho esta salvedad y luego de citar la definición de Nietzsche de valor, ya podemos introducirnos un poco más en lo que nos interesa.
Nos tomaremos de la última palabra, casi desapercibida, que aparece en la definición citada: devenir. Entiéndase devenir como tránsito, movimiento, cambio constante, de un lugar a otro. Así, este devenir no es sino aquello que determina a lo ente –hablando como lo hace Heidegger- en su esencia pero expresada como voluntad de poder. Podríamos decir que el devenir se expresa como voluntad de poder y este es el rasgo constitutivo de la vida. En este sentido, vale recordar que para Nietzsche, devenir, voluntad de poder, vida y ser, son lo mismo. Si nos preguntáramos qué es el Ser para Nietzsche –e incluso si existe en su pensamiento este concepto-, es suficiente decir que sí y que podemos entenderlo tanto como devenir, voluntad de poder y/o vida.
Ahora bien, dentro de la vida, en el devenir, lo vivo –el ser vivo, en este caso, siguiendo a Heidegger, el hombre-, se configura en centros de voluntad de poder: estos pueden denominarse: Estado, religión, ciencia, sociedad, instituciones públicas, etc.; es decir, en todas las manifestaciones culturales que nos parecen tan normales e inocentes pero que en algún momento de la historia el ser humano las fue inventando.
Por otro lado, volviendo a la consideración acerca de la voluntad de poder, ella determina los puntos de vista de las valoraciones. Dicho de otro modo, es el principio de instauración de valores. Ya sabemos que –desde Nietzsche- los valores no podríamos siquiera osar considerar como absolutos, dictados por algún dios a los hombres, sino como invenciones humanas en el afán de desplegar la voluntad de poder. Por consiguiente, la voluntad de poder es el mismo principio de transvaloración de todos los valores antiguos porque es devenir –tránsito, movimiento constante, como iniciamos diciendo-, y es origen y fundamento de todas las valoraciones. De este modo, aquel ser que viniera a crear nuevos valores, a representar algo nuevo a la humanidad, deberá necesariamente tener su voluntad de poder en despliegue constante, ya que no podría detenerse nunca.
La voluntad de poder, como bien lo expresa Nietzsche en su Así habló Zarathustra, está presente en toda realidad viviente. Este es un constitutivo intrínseco de la vida y por lo tanto nadie escapa a su imperativa realidad.
No obstante, sería bueno comprender qué es esto de voluntad de poder en su misma esencia y para eso es necesario que nos pongamos a estudiar cada realidad[2] por separado.
Entiéndase voluntad como querer. La voluntad podría decirse que implica carencia: quiero porque no tengo. Ahora bien, este querer aquí no es una simple carencia ni siquiera tampoco un mero querer sin más. Es querer ser señor; es decir, querer dar órdenes, dirigir, ordenar, mostrar el camino, tener autoridad sobre algo. Por eso, ordenar es más difícil que obedecer pues implica autosuperación constante. Se autosupera a sí misma la voluntad. Es por esto que esta realidad es devenir, no se puede detener pues el detenerse mismo ya es decadencia. La autosuperación es una constante para la voluntad por eso siempre quiere. Por otro lado, poder es eso mismo: poder, autoridad, señorío sobre algo. Así, como acabamos de decir, la voluntad de poder es entonces querer tener autoridad sobre algo (alguien).
Por lo dicho arriba, llegamos a vislumbrar que la voluntad de poder es la misma esencia del poder. No puede existir una voluntad de nada sino siempre va ser de poder. Es contradictorio hablar de una voluntad vacía o que no aspira a nada, siempre va a querer algo y en este caso es el poder que la ayuda a autosuperarse, alimentarse, crecer siempre.
A partir de ahora, la voluntad de poder va a buscar como autoalimentarse. Precisamente así surgen, como condiciones de la voluntad de poder, los valores. Estas son creaciones extraordinarias de ella. Sustentará estos valores la también engendrada verdad. La voluntad de poder se quiere desde la verdad y los valores son los pilares por los que ella se va a sostener.
Por todo esto, Nietzsche sobrevalorará el arte. El arte es el estímulo de la vida, de la voluntad de poder. Es creación de posibilidades de la misma voluntad. Por consiguiente, el arte es el valor supremo, incluso más que la verdad pues él crea la verdad.
Finalmente, entendemos la voluntad de poder como querer ser más, autosuperación constante en el devenir, creación, transmutación, fijación de valores, de verdad, generadora de vida.




[1] La obra de Heidegger estudiada es: “La frase de Nietzsche Dios ha muerto”.
[2] Prefiero decir realidad antes que palabra o término pues esto quizá nos lleve a no considerar tan correctamente estas significaciones. Cada palabra aquí es una realidad bastante compleja y vamos a tomarla como tal.